martes, 23 de febrero de 2010

LA LUZ ARMADA



DESVARIO


No sabes

Cuándo ni cuánto,

No sabes

De qué manera

Intensamente como cuando estalla un planeta

O se origina el desastre más terreno,

De la manera inusitada

Como surge en el cielo

La amenaza que viene del espacio,

Así me siento yo

Cada vez que

Aun con los ojos de la imaginación

Pienso en un instante sin ti

Pienso que tal vez no tomare tus manos

O

Que mi vida se resigna a caminar solo por las calles

O a tomarme un café con tu sombre adosada en la pequeña sala

A platicar sobre cine de Almodóvar, los impresionistas, el último libro de Andrés Newman,

Y que bien que está cantando Norah Jones junto a Bob Dylan,

Me desvestiré solo, acompañado de mi deseo, que se quita la ropa más rápido que yo,

Me acostare en la cama fría, las sabanas heladas, los pies entumecidos,

Mis rodillas sangrantes, mi sexo limpio pero necesitado,

Mi corazón desollado sobre un plato aun latiendo,

La obertura de mi pecho sinfónico,

Apenas regalando sus últimos espasmos.

Cuando temo el vacio,

Cuanto el mar bronco,

La agonía hiriente del silencio,

La voraz arremetida de la pena,

La tristeza que se derrama veloz como una herida abierta como una rosa.

Vuelvo a pensar en ti,

Y loco de pasión

Me duermo,

Un regimiento inglés

Marcha sincopado,

Por las calles adoquinadas de Dublín,

Y empieza nuevamente la resistencia,

Nuevamente siento las esquirlas de dolor

Dentro de mí,

Pero no importa

Me batiré solo

Nuevamente

Pues mi vida siempre ha sido una batalla

Donde solitario

Entre el humo azul de la metralla

Siempre he dado la cara

Aunque me quede solo en medio de las nubes,

Mi mano firme sobre el timón de mi pequeño caza,

Soportando el intenso castigo de las naves enemigas,

Vaciando mis cargas de los cañones hacia lo alto,

Decidiendo mi vida

Sobre el cielo herido de Derry

Sintiendo el dolor de mi patria intensa

Cantando The Soldier Song

Disparando ciego

Mi alma en trozos

De tristeza

Enrumbare mis alas

Hacia el mar,

Allí donde deje enterrado

Mi destino.




MI VIAJE


Soy Ulises,

Barbado y legendario navegante,

Que surca todos los mares con su furia

Para terminar a dar con todos sus huesos, menos uno,

En la cárcel más oscura de su Ítaca.

Soy Simbad, marino cruel y buscapleitos

Atesorando siempre mí destino,

Mis naves siempre llenas van de oro y gemas,

Pero vacio siempre de aquello tan simple

Que se pueda asir con un abrazo.

Nemo, solitario y melancólico,

Oculto entre las sombras del océano,

Su viaje inacabado bajo las aguas,

Forzando al Nautilius de polo a polo,

Buscando infructuosamente

Lo que jamás ha de hallar.

Soy quien soy,

Marinero en tierra,

Capitán degradado,

Simple grumete,

Corto Maltés

Imaginario,

Risueño a veces

Triste la mayor de las veces,

Jean Arthur Rimbaud en juventud,

Armándome un pito con rastrojos de tabaco

Bebiendo del gollete roto

Ajenjo o ron

Llenando el gaznate con fuego.

Soy quien soy

Quien no se detiene jamás ante el infortunio,

Quien no encuentra el descanso

Ni el sueño,

Ni el placer,

Hasta verle cercana,

Mi verde isla

Mi puerto amado

Mi ciudad eterna

Mi luz inmarcesible

Mi huerto de amor

Mi amada que se deja esperar

Aun cuando no acaba de llegar,

Pero que me trastoca en la marmita de los deseos,

Para hacerme de si esclavo, súbdito y soberano,

Reo contumaz, desterrado y famélico,

Rufián, malandrín, bandolero y forajido,

Magnánimo guerrero,

Desigual poeta,

Amante leal,

Enamorado de siempre,

Refugio que aguarda estoico

Su regreso.


BRISA

Eres solo la brisa

Que sopla siempre en dirección al norte,

Infla mis velas,

Lleva mi proa ligera

Para luchar contra el mar encrespado,

Madera versus elemento

Hierro contra el rayo,

Velamen de recia tela,

Alquitrán que sella toda fisura,

Mi nave resiste el embate de las olas,

Desafía la inmensidad del océano,

Arremete,

Enfila

Ariete,

Duro espolón que horada,

Viento cautivo,

En una botella de mar,

Brazo partido

Tatuaje oriental a flor de piel

Cuchillada náutica,

Orificio de bala de cañón

Estruendo mudo

Infernal crepitación,

Nada puede reemplazar

La brisa que de ti viene

El aire vital que de ti bebo,

Parto al amanecer

En la playa han quedado nuestros restos de amor,

Del puerto solo atisbo

Las astillas increíbles de la nave siniestrada,

Vuelvo al combate

Espadín de batalla empuñado

Pistolas con la pólvora seca,

Amarras de seguridad, firmes y sueltas,

Amor en la boca y odio en el gesto

Nada me detiene

Me lanzo al abordaje

Las piezas de hierro vomitan fuego sobre la cubierta enemiga,

La brisa sopla detrás nuestro,

Los dioses nos son propicios

La victoria está de nuestro lado.

lunes, 1 de febrero de 2010

"ME TIENES EN TUS MANOS" Y OTROS POEMAS DE JAIME SABINES



Jaime Sabines, poeta mexicano que tuvo una prolífica producción literaria la cual ha venido siendo revalorada en los últimos años. Nacido de padres libaneses, fue también político pero sobre todo poeta, pasión que cultivo desde la niñez. En determinado momento abandono la carrera de medicina para estudiar filosofía y letras. La voz poética de Sabines es sencilla y diáfana como un arroyo de agua cristalina. Sabines toma los elementos de la vida cotidiana y los convierte en elementos pristinos de su poesía. Tanto es su interés por hacer que su poesía se lea que dudo por mucho tiempo ser un poeta de raigambre, y se sentía más bien un "peatón", en juego joyceano (una de sus influencias) para declararse un permanente observador del mundo y de las personas desde donde recogió los materiales para labrar las palabras en prosa y verso.
Selecciono tres de los poemas que más me dicen acerca de su obra.

Elepé




ME TIENES EN TUS MANOS
y me lees lo mismo que un libro.
Sabes lo que yo ignoro.
y me dices las cosas que no me digo.
Me aprendo en ti más que en mí mismo.
Eres como un milagro de todas horas,
como un dolor sin sitio.
Si no fueras mujer fueras mi amigo.
A veces quiero hablarte de mujeres
que a un lado tuyo persigo.
Eres como el perdón
y yo soy como tu hijo.
¡Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo!
¡Qué distante te haces y qué ausente
cuando a la soledad te sacrifico!
Dulce como tu nombre, como un higo,
me esperas en tu amor hasta que arribo.
Tú eres como mi casa,
eres como mi muerte, amor mío.

NO ES NADA DE TU CUERPO,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.





Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día.

Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo.

Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro.

Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?