viernes, 19 de noviembre de 2010

DULCE ABISMO (*): Poesía de Juan Carlos Becerra


blues


No era necesaria una nueva acometida de la soledad para que lo supiera.

Navegaba la mar por un rumbo desconocido para mis manos.
Donde el amor moró y tuvo reino
queda ya sólo un muro que avasalla la hierba.
Queda una hoja de papel no en blanco
donde está anocheciendo.
Donde goteaba luceros una noche
sobre unos hombros limpios como verdad mostrada,
sólo queda una brisa sin destino.
Donde una mujer fundara un beso,
sólo árboles postrados al invierno.

Y no era necesario decirlo.
El corazón sin que sea una lágrima
puede sombrear las mejillas.

La ventana da a la tristeza.
Apoyo los codos en el pasado y, sin mirar, tu ausencia
me penetra en el pecho para lamer mi corazón.

El aire es una mano que está hojeando mi frente.
Mi frente donde la luna es una inscripción,
una voz esculpiendo su olvido.

Como humo la luna se levanta
de entre las ruinas del atardecer.
Es muy temprano en ese azul sin rostro.
No era necesario enturbiar la soledad
con el polvo de un beso disuelto.
No era necesario
memorizar la noche en una lágrima.

Labios sobrecogidos de olvido,
pulsaciones de un oleaje de mar ya retirándose,
ruido de nobes que el otoño piensa.

Hay lápices en forma de tiempo, vasos de agua
donde el anochecer flota en silencio.
Hay una rama de árbol como un brazo esculpido
por algún abandono.

Hay miradas y cartas donde la noche
puso en marcha al vacío,
a las frentes que extinguen su remoto color
sobre letras que enlazan señaes de viaje.

Aquí está la tarde.
Puede enrolarse en ella quien esté enamorado.
Aquí está la tarde para designar una ausencia.

Suena en mi pecho el mundo
como un árbol ganado por el viento.

No era necesaria la tarde, tampoco este cigarro cuyo humo
puede ser otra mano evaporándose.

Invernará la noche en mi pecho.
No era necesario saberlo.
No tiene importancia.
Espero una carta todavía no escrita
donde el olvido me nombre su heredero
.


(*) Dulce abismo. Título prestado al tema de Silvio Rodríguez

lunes, 8 de noviembre de 2010

EXTREMA UNCIÓN









Al negro sol del silencio las palabras se doraban.

Alejandra Pisarnik

Me encuentro herido,

Herida esta mi carne

Exquisitamente expuesta,

Una lenta gotera de sangre púrpura e indetenible se derrama generosamente sobre la tierra sedienta.

En mis heridas,

Las esquirlas de tus besos se han adherido a ellas bajo la forma de recuerdos,

Junto al polvo de los caminos que anduvimos descalzos

Y trozos de mi camisa azul como una vieja mortaja, se deshilachan cubriéndome los ojos que apenas puedo ver.

No me toques el pecho,

Mis testículos están desollados y mi espalda tiene sobre si un manto de sal,

No beses mis labios

Que solo son una línea que compone una mueca.

Antes de irte,

Mejor cierra bien la puerta

Que no quiero que escapen mis penas,

Deja las ventanas abiertas,

Pues tal vez regrese con la tarde la sonrisa que ayer escapó de la jaula dorada de mi alegría.

No debo llorar, tampoco puedo

He bebido las aguas del océano y de mis venas escapan gotas de lagos y ríos, sin peces ni destellos de la luna sobre su bruñida soledad.

Me ha herido el sol y me lastima la lluvia,

No soporto las mañanas ni los cantos del colegio cercano,

El dolor avanza en mi interior como un cangrejo que camina despacio, atenazando arterias y mordiendo nervios dentro de mí,

Me quema el resuello y avanza el rojo fuego que escapa lentamente de mi piel reseca como un pergamino.

No apagues la tele, deja la radio encendida, no me importan las noticias de crímenes pasionales, qué más da la muerte ajena si no alcanzas a entender la propia,

No quiero ver la calle, mis ojos se han cegado como golpeados por un puño invisible

Y es que a veces creemos que estamos vivos, y hace tiempo que de nuestro cuerpo emana un volátil olor a carne pasada, a hedor de musculo requemado, de piel y cabello en chamusquina.

Porque flanqueamos la vida con la ilusión vana de que existimos.

La más mortal de las heridas me ha sido infringida

Me has castigado con el pétalo de tus rosas,

He hundido bajo mis uñas sus espinas y mis raíces han sido cortadas inocentemente con un mondadientes.

Y es que vivimos en un mundo ficticio,

Donde vemos rostros amables que al final nos acuchillan, nos arrancan la vida como trozos de pintura desconchada por la espátula del pintor,

Y es que algunos llaman a ese mundo sueño, otros simplemente nos damos cuenta que es, tan solo, una pesadilla de colores,

Por eso he de partir a un lugar

Donde la noche no me alcance

Allí, donde no se ponga el sol,

Donde pueda beber de un arroyuelo sin que me disparen,

Allí donde pueda arrojarme en el pasto sin que nadie me detenga,

Donde las cárceles no existan

Y donde mi corazón sea libre de toda prisión

Allí donde el tiempo poco importa

Donde no importe el silencio ni la costumbre

Allí donde la muerte sea un detalle

Y la vida transcurra como si nada importara

Beberé un café, encenderé un cigarrillo y me dejare atrapar por el vino,

Mariposas apenas agitadas por el viento me enjugaran las lágrimas

Y entonces el mar me llamará nuevamente

A surcar sus olas

Estrujado

Tan solo

En un poema.

El guardián del hielo












Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil

Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
Yo soy el guardián del hielo.

De Cosas del cuerpo. José Watanabe