En memoria de Pablo Neruda, quien nos dejó en Primavera
Han pasado muchas lunas
Capitán,
Muchos océanos has recorrido desde entonces,
Escalaste tifones y tormentas
Caminos sin mar,
Noches eternas
Y sin estrellas
Alcanzaste a divisar la felicidad con tu viejo catalejo
Pero el miasma de la tristeza
Te impidió alcanzarla.
Ahora ha llegado la hora de partir,
Y tu gorra marinera quedará colgada sobre el catre de bronce donde yaces inerme
Impecablemente solo,
Pero la playa ha de cubrir tus huesos con la arena caliente,
Más nada atenúa tu dolor,
Con el sabio consejo de las sirenas y tritones
Bebiste el ardiente destilado
De la ausencia
Y ni una sola lágrima asomó en tu defensa
Allí en ese vacío de tu herido corazón
Que borboteando resume tu atribulada canción.
He vivido la vida,
Sin medida, sin reposo,
Mi pecho atesora una pena enorme como un coloso,
Es cuando decidí
Surcar los caminos imposibles del sueño eterno,
Del cual no es posible volver.
Me desangro en la mar,
Lentamente mi sangre bulle por la encrespada sinfonía de tus aguas,
Y al llamado de miles de gaviotas
Que locas se alejan de las rocas,
Para caer ebrias del desconsuelo sobre el muelle astillado de mi delirio,
Sumergiéndose en la arena donde me encuentro ahora
Dsnudo, herido de muerte,
Sin un tabaco que encender para atenuar este fuego que corroe mi vientre,
Ni el vestigio balsámico de tu mirada
O quizá la leve sonrisa que me ofrecían tus manos.
Cuando la metralla innoble de los adioses
Me arrancaba el pecho en tirones.
Parto con la mirada firme,
Con el mástil pletórico de velas,
Sopla el viento escarlata
Y sacude la tierra
Para sepultar el narval herido
Que siento coletear sobre las algas
Pero mis brazos no alcanzan a recoger
Ningún rastrojo de más de la ingrata vida que me asiste,
Sólo quedan en mi mesa
Los mendrugos ácidos de mi última cena,
Y un buche de vino bermejo
Con el cual endulzar mis labios resecos
Antes de partir
Apenas tengo las fuerzas para escribir
Este último poema
Mientras termino de abotonarme la guerrera
Y cargar mi viejo mosquete,
Para empuñar mi antigua alegría.
Unas alas de nube me visitan,
Un velero de sol atraca en mis espaldas,
Mientras las olas se despeinan al besar mi proa
Y la última de las estrellas que no ha estallado sobre tu cielo
Me invita con su guiño luminoso
A seguir en combate,
Pero ya no puedo sino cruzar espadas con el infortunio
Solo quiero que dejen que el mar lave mis heridas,
Y lamer la sal del sudor que me hiela la frente.
Parto hacia el bien morir,
A dejar en la última batalla
El aliento invicto de mis sueños,
Aprisiono mi sombrero en mi costado
Sangrante y lacerado,
Y dejo sobre mi lecho,
La última misiva
Del guerrero del arco iris,
Aquel que solo vivió para la poesía
Y el amor.