sábado, 25 de octubre de 2008

La mar y las botellas


Mójate los pies en las verdosas aguas de la mar. Por las mañanas, el viento corre frío como los pies del muerto que asoman en la maleza. El sol apenas nos muestra su delgado esqueleto. Su diáfana luz baña nuestras costas y se eleva al cielo mi plegaria. Viento, arranca de mi pecho la terrible angustia. Las gaviotas ya no chillan historias de su vida. Nada es peor que el olvido, ni la bodega vacía del barco encallado. Curtido marinero niño, enjuga tus lágrimas sobre la arena. Atisba a lo lejos la botella de mar que mece oronda sobre las olas, una vana esperanza. Su mensaje deshecho, piltrafas de una carta, palabras salpicadas de sal marina. No hay más remedio que lanzarla sobre los arrecifes, destrozar su entraña de papel picado. Nada queda sino los restos del corcho lastrado sobre las algas que emergen burlescas. Desgarro con los dientes la resina que cubre el gollete del mal rum que trasiega mi gaznate. Ebrio al fin, me duermo. Hasta el siguiente plenilunio.