viernes, 28 de mayo de 2010
IMPECABLE SOLEDAD
lunes, 3 de mayo de 2010
La patria invisible
“la patria es mi poesía”.
Yevgueny Yevtushenko
“Sin amor, sin patria, sin mujer”.
Ulises. James Joyce
“Para el poeta, la patria es la poesía”
Andrés Newman.
Qué son esos cantos que escucho a lo lejos?
Apenas son los redobles de tambores,
El ruido de sables
Los bronces de cañones
Que saludan a la patria,
En su día.
Nada puede darme ya el grito de Hidalgo,
Ni San Martin juramentando desde un balcón,
Ni las memorias eruditas de Sarmiento,
Ni la tisis de un magro Bolívar,
Nada que no sea
El heroico legado del olvido,
La inocente tea que se apaga
El rostro ajeno
Y el corazón conocido,
La suerte echada,
La felicidad que no llega,
Que la patria al Eterno elevó.
La patria que me llama,
No se condensa, arco iris que atrapa la luz de la mañana,
Sobre las sedas de emblemas polícromas,
Ni en el puñado de tierra,
Sin gorgojos,
Que todos llevan en los bolsillos,
O debajo de las uñas.
Pues la patria es algo más que la cena de honor que les brinda la vida
Todos felices,
Todos ordenados,
Y afeitados,
-Hasta las señoras-,
Sus ojos de sorpresa son la manera torva como se pretende
Conjurar el futuro,
Con una mezcla rara de optimismo y certidumbre.
Prefiero en lugar de patria,
Hacer mis votos de pobreza,
Apropiarme de un lápiz y algunas hojas mal compaginadas,
Porque soy un ser apátrida,
No necesito una bandera,
Ni un territorio propio,
Para los poetas la única patria posible es la poesía
Esa patria invisible donde pueblan todos los corazones.
Autonecrología V
Te quiero porque tienes las partes de la mujer
en el lugar preciso
y estás completa. No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una sombra.
Colocada en tu alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy la mancha, un punto en la pared, alguna raya
que tus ojos, sin ti, se quedan viendo.
Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.
Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.
¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.
Jaime Sabines