Sentí la luna cada vez mas cerca,
Y tu corazón cada vez mas lejos,
Sentí
la luna cada vez mas mía
Y tu beso enajenado y escaso,
Sentí la luna
parlotear sobre mi frente
Y tu seno tibio ido a otra boca,
Sentí la luna brillante y osada/
Arrojarme la eterna vía láctea de su leche
Y tu,
lux mortecina, pálida, apenas perceptible.
Apago la noche y enciendo
la lámpara de mis insomnios
Dejo morirme en la mas dulce de las agonías
Y con los ojos terriblemente abiertos
Como dos lunas.
FIRME Y FELIZ POR LA UNIÓN
Se acabó el misterio. A partir de hoy veremos si la Gran Transformación no es otro parto de los montes. Nada hace presagiar que Ollanta Humala fracase. Mucho pesará la voluntad política para gobernar para la inmensa mayoría de compatriotas que votaron por él, antes que por la voracidad del capital que no tiene patria. Pero también la inmensa capacidad del pueblo peruano para defender sus sueños y esperanzas.Observar y vigilar será nuestro lugar, que es una forma más digna de participar del gobierno, de manera responsable, antes que hacer la cola con un file personal bajo el brazo esperando el cupo. Así será porque debemos ser capaces de dar antes que recibir, y cualquier lugar es bueno si hay que defender este gobierno como nuestro si los intereses de la mayoria son representados, o para luchar por la libertad y la democracia si este mismo se atreve a levantar la mano contra la madre común. Mientras tanto vaya este abrazo, pues es lo único que nos podemos dar para reconocernos como peruanos y peruanas, hijos e hijas de la misma nación peruana, "Firme y Feliz por la Unión".
DE UN MUNDO RARO
OFRENDA: NO SE HACE CUANTO TIEMPO ESTOY DORMIDO. Mi memoria se ha borrado de pronto. Escucho a diario un fuelle que respira por mí, y los pitidos de los aparatos a los que me tienen conectado. Esta oscuridad es amable conmigo, aun cuando es de noche siempre, no tengo miedo. A veces unas manos suaves que identifico como las de mi madre, tocan mis manos, y a ratos escucho las voces de los buenos amigos, los que antes cuando me visitaban traían pizza y un buen vino, y teníamos tertulias inacabables. Cómo los extraño. Entre los músicos existe una rara complicidad. Somos una cofradía de locos soñadores, genios infinitos, ángeles sin alas que aprendemos a volar con el sólo impulso de una melodía. No sé porque alguna gente se echa a llorar en los pasillos. No me he muerto todavía, no hay ese frio que acaricia tu cuerpo, que hace etéreo tus órganos dañados. Mi boca está seca, pero mi corazón sigue latiendo, fuerte, beat, beat, beat, beat. Pero me caen bien algunas ráfagas de aire que me llegan de la calle, donde sé que mucha gente hace vigilia, y le deja a mi familia estampitas y fotocopias de oraciones, collages de mis fotos y algún generoso y desprendido hasta mis discos, seguro en ofrenda a alguien, de que a cambio de mi música me puedo poner de pie y echarme a andar. Pero déjame decirte que estoy vivo, siento que mi cuerpo aun es mi cuerpo, que no desfallezco, y que tercamente estoy tratando de afinar mi guitarra, templando mi alma y escuchando la potencia de los amplificadores que me llevaran nuevamente al bullicio, a las luces del concierto, a los gritos de las fans, y el llanto emocionado que siempre nos tributaban los más pibes, que seguramente aprendieron a escucharme de sus viejos. Me siento un poco cansado y quiero dormir. Es una ventaja tener los ojos cerrados siempre, aunque a veces me da un poco de miedo que de tanto tenerlos asi no pueda abrirlos de nuevo. A veces me dan ganas de pararme en el alfeizar de la ventana, con la bata blanca con que me han cubierto, revisar mis brazos y piernas, que me duelen un poco y están algo temblorosas, pero no han adelgazado mucho, están todavía recias para una larga caminata. Como quisiera sentir que una fuerza natural que me lleva por mi Buenos Aires querido, y cantar en voz en cuello, descalzo y feliz mi canción animal. Pero, no se aflijan, aún estoy vivo y peleo por seguir estándolo. Al final sé que me verán volver, porque un hombre alado, extraña la tierra.
VOX PROPIA
Con ríos/con sangre/con lluvia/o rocío/con semen/con vino/con nieve/con llanto/los poemas/suelen/ser papel mojado. Mario Benedetti
José Carlos Becerra. "Los amados de los dioses mueren jóvenes"
HACE POCOS DÍAS DESCUBRÍ LA ALUCINANTE POESÍA DE JOSÉ CARLOS BECERRA (1936-1970), gracias a un obsequio invalorable de una persona muy querida, y lo primero que me llamó la atención es la extrema juventud del poeta al momento de morir, en un accidente de carretera en Italia. Lo segundo que me sorprendió al conocer algunos datos biográficos fue su precocidad, a los quince años ya escribía poesía y cuatro años después ya escribía con voz propia. Luego de leer “El Otoño recorre las islas”, el volumen compilatorio de toda su obra, quedé anonadado, me sentí frente a un espejo, cada verso, cada giro del lenguaje, cada motivo escondido me reflejó tal cual soy. No había duda, y eso fue mi cuarta impresión, durante todos estos años mi ignorancia me había privado de conocer a un gran poeta, alguien que ahora siento tan entrañable como Luis Hernández Camarero -mi hermano mayor como suelo confesar siempre que evoco la vida y poesía del autor de "Orilla"- y sin importar que Juan Carlos haya nacido en México, y que ya escribía con total dominio del oficio cuando aún yo ni siquiera había nacido acrecentó esta deuda. La poética de Becerra es la del tráfago de la ciudad, un nocturno continuo, una línea quebrada como la vida, una poesía que trae en dosis increíblemente equilibradas la más terrible de las tristezas y la más áurea de las esperanzas. Como en su corta vida, José Carlos nos ha dispendio su mejor poesía, aun aquella que brotó de su costado herido, de su personal y sufriente desgarro, de esa huella indeleble que marco su corta existencia, y que sin embargo se convirtió en motivo de su búsqueda permanente de la palabra exacta, del sentimiento hecho lírica, arte permanente aún en lo efímero del poema, heredero insuperable de ese destino elegiaco propio del mundo antiguo, de aquellos griegos que amaba y que no llegó a conocer en sus propias islas, frustrado por su viaje inacabado al pie del mar Adriático, pero que estamos seguros evocó en sus instantes finales, a semejanza de aquellos hijos y protegidos de los dioses mitológicos que hicieron de sus destinos, indagación frenética de la belleza y la perfección, en esa alegoría que nos lleva a todos a disfrutar de ese dulce abismo que nos da a conocer las respuestas fundamentales a la vida y la muerte.
"OIDO A LA MÚSICA"
NO DUDE UN INSTANTE SOBRE DONDE DESPEDIR A DON EMILIO. Ni en mi blog de crítica social, ni en el colectivo donde también suelo escribir. Su lugar estaba separado en mi blog de poesía. Y es que Don Emilio fue siempre un hombre de palabra, y por tres razones. Primero, Don Emilio fue un periodista a carta cabal. Y fue sobre todo un periodista deportivo, por tanto sabía perfectamente la importancia de la palabra: El vocablo preciso, la palabra no rebuscada pero si elegida cuidadosamente, respetuosamente diría, el comentario equilibrado, el título exacto. Pero no solo era un cronista deportivo, era un singular comunicador y hombre culto, bien leido y escrito y mejor hablado (cuenta su hagiografía que en un vuelo comercial con Pocho Rospigliosi, este a su tercera cocacola le preguntó a Don Emilio, quien permanecía concentrado en su lectura, que hacía. El Veco le responde "Estoy releyendo 'Cien Años de Soledad' ", Pocho con gesto de desdén comento de soslayo, sin repreguntar ni siquiera por el autor ni de que trata la obra, "vaya, tu que si lees libros difíciles"). Ya quisiera la montaraz horda de showmen del deporte emularlo siquiera. Y en segundo lugar fue un hombre de palabra también porque fue un hombre digno. Jamás dijo algo desproporcionado, fue ajeno a la critica fácil, o al universal "raje", menos contra otros colegas si adictos a la diatriba, el chismorreo y el epíteto gratuito, muy propios de la envidia y la mediocridad. Por último, fue un hombre de palabra, porque aún cuando sabía que encontraría un medio pedestre para hacer buen periodismo, jamás se arrepintió de quedarse en el Perú más de dos decenios de su vida, enamorándose de nuestro país, quien lo adoptó como uno de los suyos, y aunque nunca él, por acento y cultura, nunca dejó de ser un oriental (de la República Oriental del Uruguay), ni siquiera en estos últimos años tal vez podía haber destinado para el retorno a su apacible Montevideo, Don Emilio prefirió quedarse para siempre entre nosotros ( “Es definitivo, yo ya no me voy, incluso ya tengo reservada cama en el “Parque del Recuerdo” donde está enterrada mi señora, ahí está Lolo Fernández, está Toto Terry, Juan Joya, así que de noche vamos a conversar largo y tendido, más tendidos que nunca -risas-”), aun cuando seguramente también le amargaba y le dolía una patria tan ingrata y tan difícil, pero eso no fue obstáculo para terminar siendo el mas peruano de los uruguayos...Hasta siempre Don Emilio Lafferranderie, para todos lo que lo extrañaremos, simplemente El Veco.
De senos, chichis y "pechereques"
