jueves, 6 de agosto de 2009

El ogro doméstico

Cargado de su pequeña montaña de despojos,
Harapos y musarañas,
Camina orondo el ogro,
Para descargar su despiadada inhumanidad
Al fondo del pantano.

Todos le temen,
Su aspecto repugnante solo invita
A esquivar la mirada y al reflejo de la nausea,
Más de la crueldad no hay sino un trozo de amargura,
Coledoco de rabia contenida
Por la vida larga y aburrida,
Y el sainete innoble que le acarreo el destino.
Aquella triste desventura del amor desencantado

De su feo rostro, tosco y curtido por el sol,
Donde exhibe un permanente rictus de pesar,
A veces escapa una sutil sonrisa,
Apenas una cuchillada de piel tan breve y escasa como el sueño bien conciliado,
Tal vez motivada por un recuerdo descolorido,
Un suspirito leve de alguna escasa felicidad algo remota,
Pues el viejo ogro,
Aun cuando su torpe vida haga dudar de que posee, todavía, alguna fugaz pascana de alegría
Esconde un secreto
Dentro de su cuerpo deforme y desproporcionado existe algo
Que tal vez nadie sospeche:
Oculto
Detrás de su verde pecho,
Sin esperanza de ser amado,
Late pertinaz y remendado
Un inútil corazón desangrado.