martes, 25 de enero de 2011

"DE UN MUNDO RARO"

50 años de Orilla

HERNÁNDEZ: RETRATO DE UN ARTISTA ADOLESCENTE[1]

¿Quién soy yo, ser sin forma/que el océano roe?


Estos versos de François Mauriac aparecen epigrafiando el poemario primaveral de Luis Guillermo Hernández Camarero. Qué otras palabras, con tal rotundidad podía expresar mejor las voces y llamados aurorales de Luis Hernández.


Orilla fue la opera prima de nuestro poeta, en una edición auspiciada por el Centro Federado de la Facultad de Letras de la Universidad Católica, y vio la luz un 25 de enero de 1961, por lo cual celebramos sus 50 años. Sobre la publicación en sí, prologada por Luis Alberto Ratto, realizada en Lima por el esfuerzo de Javier Sologuren en su pequeña imprenta que dio lugar a la colección Cuadernos del Hontanar, posteriormente a llamarse La Rama Florida, que sirvió de plataforma de lanzamiento de muchos de los jóvenes poetas desde los sesenta.


Apenas un manojo de poemas hacían del libro apenas algo más que una plaquette, pero tal intensidad fue pocas veces vista antes en poetas que hacían sus primeras armas. Reparemos que Luis tenía apenas 20 años cuando escribe esta obra, un detalle que no resulta insignificante, pues la lectura actual de la obra nos evidencia la maestría más propia de vates con mayor experiencia en recorrido y en uso de los recursos de la poesía.


Podemos decir de Orilla y Luis Hernández, que el poeta no sintió necesario hacer sus propios rites de passage, que muchos otros lograban en publicaciones marginales, revistas de corto tiraje o inclusive en los poemas pasados de mano en mano, abiertos al escrutinio y la crítica de sus pares e impensables de ser dados a conocer a grandes públicos.


De otro lado, Orilla no es todavía la obra que evidencie la voz propia y definitiva de Hernández, su expresión y temática empiezan a cambiar con Charlie Melnik y con Las Constelaciones, y se reelabora a partir del inicio de sus famosos cuadernos. Sin embargo, mucha de la originalidad del poeta ya está presente en estos sus primeros versos, que como reconocen sus biógrafos y antologistas a partir del estudio de su obra reunida y conocida (la que nos seguirán dando la sensación de que permanecerá incompleta por un buen tiempo), ya preludian la lírica y el culturalismo que son inherentes a su generación, y que se enriquecerán con los giros más populares, casi coloquiales de su obra posterior, mucha de ella convertida en un diálogo reiterado consigo mismo, sus conflictos interpersonales y hasta su dolor psíquico.


No nos proponemos hacer un estudio de su obra, solo celebrar con la creciente troupé de sus seguidores, la valoración justa de una obra hace poco redescubierta, antes marginal y reducida a sus exégetas. Nos regocijamos que su obra sea difundida, que exista todo un movimiento cultural en ciernes alrededor de su obra y figura, donde solo percibimos que nos falta seguir en el esfuerzo por seguir reuniendo su obra inédita y reeditar la publicada.



En tanto gocemos con estos poemas llenos de preguntas sin respuesta, de tensas y provisionales respuestas, de alguien como Hernández que a sus 20 años pudo ser capaz de anticipar su propio destino expresada en una poesía fulgurante, construida a partir de sus propias tribulaciones, de su búsqueda y extravío, estos versos que significaron su nacimiento poético en medio de voces y llamados que nos dieron su sentido de lo humano. (Luis Pineda)



Orilla
Luis Hernández



JARDINERO DE CIZAÑA


¿Quien soy yo, ser
sin formar que el océano
roe?
Francois Mauriac




- Pon arriba,
donde nunca puedan
verla,
tu señal,
jardinero de cizaña...
-ya vienen tras de ti.
Pronto,
Pon arriba tu señal.




1




cielo nuevo
que por un momento
del alma al corazón
creímos nuestro.
desvanecido ya,
triste es tu huida,
intento, afán,
amado, florecido...
Donde uno, una vez
quiso llamarte
rostro, corazón, luz y silencio,
suyo serás, no serás nuestro,
perdida así
toda tu vida.




2




Hemos vuelto a vivir
lo mismo
de ayer y
de mañana.
El agua sube ya,
cubriendo
los días
y las horas;
de mí
ya sólo queda
el mar claro y naciente,
de mí
ya sólo queda
el mar, triste, apagado.




3




Poniente sol,
perdida tu belleza,
oculto ya, no hallado
tu destino.
Sólo serás, siempre;
infinito en tu ocaso,
inmenso tu silencio.
Estarán en ti tan sólo
las rosas muertas,
canciones sumergidas,
tinto en el mar,
inmóvil en tu vida,
ignorando tu cielo.




4




Aunque nada hubiera
llevado al mar con mi alegría,
no sentí nunca
el sonido de las ondas,
la espuma en la ribera.
Ahora
el amor a las playas
es demasiado
lejano.
Sin el soplo
fugaz de la arena,
brota el mar
desde el fondo
sin hallazgo.




5




Cerrado, adormecido cauce
de todo lo que aún quisimos,
deshecho ya, deshecha vida
cerrada hacia poniente la sonrisa.
Poniente sol, que no regresa
a cubrir de luz
lo ya apagado, no vivido,
tan limpio de recuerdos.
Legiones de senderos inconstantes
que el mar y lo ignorado
cierran juntos.
Sabemos ya el final
aún así inmenso es el fracaso,
muertos ya, cerrada la sonrisa.




y 6




El agua al fondo
cortada
en la línea de las
algas.
Yo pensaba en el mar
como cuando leía
y el mar sonaba igual:
No es posible sentarse,

los bancos están mojados,
los bancos están mojados,
y podridas las maderas.

Porque ahora han llegado
el mar y los senderos
a la proa en la noche
sobre ondas azules
y no puedo tomarlos.
No es posible sentarse.
Viven aún como arena
las luces de la calle.






II
Mar

Entre la sombra voy

(Juan Ramón Jiménez)

1

REFLEJOS SOBRE EL AGUA

Las franjas suaves del agua
se pierden en la orilla.
- Es posible vivir;
está húmedo el aire
y reseca la arena....
- El viento trae gotas
fugaces y salinas.

El mar antes surgía,
sereno sin ser visto,
mi amor por él, ahora,
olvidará hasta el cielo.

El agua antes cantaba
infiltrada en la arena;
hoy, la busco hasta a ella
por el mar no saciado.

Ayer vimos las ondas
que subían perfectas,
hoy
nuestros pies las perturban,
nuestros cuerpos las quiebran,

Está el mar muy amargo,
hemos bebido
en un día sus aguas,
pisado sus riberas.



2

La última onda,
limpia y azul,
ha caído tan cerca
de mí
que puedo sentir
su pensamiento.



3

Vuelvo mi rostro,
arriba...
abajo en el fondo
pétreo y salino del pozo,
oriónidas estrellas
se hunden en la noche.



y 4

He cubierto en el mas
el vacío
entre estrella y estrella
creyéndolas mías;
mas la noche muere
y estoy tan solo
como antes.

Y III
Una voz que no es
nuestra
también puede
llamarnos.

2.
Coge de tu corazón
tan sólo
lo que ames…
desecha lo demás.

3.

Junto al muro
crece la hierba:
su sombra,
la sombra de la luna;
mágica, ancestral,
la sombra de mi cuerpo.

y 4
LLUVIA

Vamos afuera, la lluvia,
mojara
la cara, el traje.
Vamos afuera,
saltaremos
los charcos,
y al mirar el cielo
se nos llenaran los ojos
de agua y de contento.









[1] Para este artículo de homenaje a Hernández hemos tomado prestado el titulo magnifico de la obra de James Joyce.

[2] Hemos tomado como base la edición especial que realiza la PUCP: http://biblioteca.pucp.edu.pe/luis_hernandez/poe_ori.htm#1